La despenalización general del aborto en Colombia.
La Corte Constitucional despenalizo hace 15 años la interrupción del embarazo en 3 eventos, sin embargo, se sigue presentando de forma preocupante la asistencia de mujeres a lugares clandestinos para practicarse abortos, situación que pone en riesgo potencial su salud por tratarse de prácticas que se llevan a cabo de forma casera, o en lugares que claramente no cuentan con los implementos básicos de higiene para un procedimiento como este.
En Colombia, el fenómeno no solo se vive dentro de las principales ciudades, las mujeres que viven en zonas rurales enfrentan una problemática aún mayor, pues en estas zonas alejadas de la ciudad no hay centros médicos capacitados o cercanos para llevar a cabo este tipo de procedimientos y, adicionalmente, los arraigos culturales conllevan a qué esta práctica sea rechazada, lo que nuevamente obliga a la mujer a llevar a cabo la interrupción del embarazo de forma clandestina.
Las cifras de Human Rights han revelado que entre el 8% y el 11% de muertes en mujeres gestantes está directamente relacionado con la práctica de abortos clandestinos, situación que considero se presenta como consecuencia de que las mujeres que deciden abortar, en su mayoría, son fuertemente estigmatizadas y juzgadas, por lo general, por su núcleo más cercano y, también por la sociedad, como ha sido evidenciado por Women’s Link Worldwide en Colombia, al tratarse de una práctica que en el ordenamiento jurídico es considerada como delito y, aún en pleno siglo XXI, un “tabú”.
Uno de los objetivos al momento de plantear la despenalización general del aborto, debe ser minimizar las barreras de acceso a servicios de salud especializados que hoy existen, brindando garantías mínimas a aquellas mujeres que voluntariamente deciden interrumpir un embarazo por causas diferentes a las previstas en la sentencia C-355 del año 2006, para que puedan recibir un tratamiento integral, con atención médica e incluso psicológica, acompañado de un plan de ejecución solido que evite la revictimización, discriminación, estigmatización y, que además, proteja la confidencialidad de la mujer.
Sin embargo, la despenalización total del aborto no puede carecer de requisitos mínimos para realizar el procedimiento, los cuales, desde mi perspectiva, deben tener un fundamento netamente científico frente al tiempo de gestación en el cual se puede considerar que el feto constituye una vida y así establecer parámetros claros de temporalidad frente a la práctica del aborto, claro, sin que este sea un parámetro único, pues el debate frente a este tema debe ser abordado siempre desde varias aristas complementarias.
Por ejemplo, en el Reino Unido se han realizado estudios por investigadores británicos vinculados al Colegio de Obstetricias y Ginecólogos, estos establecieron que la etapa gestante máxima en la que una mujer podía interrumpir un embarazo, analizando el momento en el cuál científicamente el feto podía empezar a sentir dolor, era apropiadamente antes de las 24 semanas, principio que llevó a que la Ley sobre aborto del Reino Unido fijara este tiempo cómo límite para realizar el procedimiento.
Lo anterior pone de presente que antes de tomar cualquier tipo de decisión frente a la despenalización general del aborto, se requiere de estudios serios que permitan que el legislador en su función no vaya en contravía de la ciencia, sino que, por el contrario, se trate de un trabajo mancomunado que respete los derechos de la madre y no deje de dignificar las condiciones del feto.
Además, el hecho de que el aborto siga estando tipificado como delito, no va a tener como consecuencia que disminuya la práctica del mismo, simplemente conlleva a que la mujer que decide interrumpir voluntariamente su embarazo lo haga mediante centros médicos clandestinos, o con procedimientos que ponen en riesgo inminente su vida y salud, por ello, la despenalización general del aborto con requisitos mínimos para su práctica, va a garantizar los derechos de la mujer y a proteger su salud y su vida, priorizando su voluntad de interrumpir un embarazo no deseado.